martes

Ya estoy en casa, lejos de la muralla desorientadora de Cartagena. Cuatro días de escape me aseguraron una pila de cosas para hacer a mi regreso. Y lamentablemente para mí, la ocupación del tiempo que me quedaba libre para escribir. Pero no quiero que pase más tiempo sin volver aquí, sin desafiar al mutismo de esta pantalla para soñar que alguien me lee, de vez en cuando, al otro lado. Y ese alguien se merece algo mejor que mi silencio. Cuatro minutos de mi tiempo, pues, para que esa lectura anónima no sea en vano.

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