martes

Reveses de autor

Qué tontería esto de los derechos de autor. Se crea mucho más bella y tranquilamente cuando no sentimos que tenemos que estar pidiéndole permiso a todo el mundo o que tenemos que ser "completamente originales". Cualquier artista lo sabe.

Para los escritores es, a veces, el síndrome de la página en blanco, pues, ¿qué voy a decir que nadie haya dicho mejor que yo? Eso, de cierto modo, es imponer un copyright a las ideas, y darle la llave al "ganador". No tiene sentido.

Cuando decidí el amor, el amor ya estaba ahí.

«Los largos caminos exigen largas fidelidades. Y a medida que se alargan los caminos, las fidelidades se vuelven más hermosas».

Cuando decidí el amor, el amor ya estaba ahí.

No se decide amar. Amar se siente.

¿Cómo se siente el amor? Siempre diferente:

Cuando se descubre el amor, se siente con el cuerpo. Con las mariposas en el estómago, con el temblor de las piernas, con el sudor de las manos, con la ansiedad en el pecho. Hay amor en cada enamorado, aunque sea un amor pasajero.

Cuando se decide el amor, se siente con el corazón {aunque además se decida con la mente}. Se siente en la necesidad irrefrenable del dar, en la alegría que se multiplica, en la felicidad del entregarse por completo, sin importar nada {¿qué le va a importar algo al amor? Él es un gitanillo que nunca ha sabido de leyes}.

Cuando se mantiene el amor, se siente con algo que parece estar más allá del cuerpo y de la mente, ese pedazo de eternidad robado al tiempo. El que nos permite decir para siempre, y saber que ha sido desde siempre.

La decisión no es amar o no amar, pues el amor siempre llega primero {sucede que, muchas veces, tardamos en darnos cuenta, o le damos otro nombre}.

La decisión es seguir o no seguir amando. Se presenta una y otra vez. No siempre es una decisión fácil de tomar. Y a veces duele.

Pero cuando viene del corazón, una vez que se ha tomado, es fácil seguirla. Y el amor, cuando se sazona con el tiempo, cura cualquier dolor.

No hay que darle tiempo al tiempo. Hay que darle tiempo al amor.

El amor es una decisión

Sí, el amor es una decisión {como la muerte}.

Lo es porque no puede haber amor sin la voluntad consciente, necesaria, irrefrenable, del amor.

El amor es ciego. Lo es. Por eso a veces parece estúpido. Porque pasa por encima del espacio, del tiempo, del dinero, de las leyes, de... tanto más.

Pero no es tonto. El amor sabe. Sabe más que nosotros. Sabe todo, y sabe tanto, que puede contra cualquier otra cosa.

El amor es lo que mueve al mundo, y es verdad.

Es lo que... todo, en realidad.

El amor es.

Por eso puede contra todo.

Los primeros hombres, en las cavernas, vieron que sus mujeres y sus hijos pasaban frío, y se expusieron al calor, a las quemaduras, a la muerte, para aprender a llevar el fuego al hogar para que ellos estuvieran mejor. De ahí para acá, es la misma historia, igual que la de Sita y Rama, una y otra vez, cada vez. la repetimos nosotros, todos los días, como hace millones de años. Somos los mismos.

El amor se decide, cada vez que se mira al otro a los ojos, cada vez que se pierde la respiración con ese rasgo, esa curva en la mejilla, esa arruga en la comisura de la boca, la forma de esa sombra que se forma en el cuello, esa manera en que las cejas se unen, esa curva en el vientre, esa forma de las manos..., eso..., eso que nos produce las mariposas y el temblor.

Es lo mismo, cada vez.

Se decide caer al abismo, porque no caer... sería el tedio.

Se da {se debe dar, siempre} el todo por el todo.

No hay otra forma de amar.

Todo o nada.

No hay otra
-no sé por qué-.

La apuesta última.

Como una partida de ajedrez con la muerte.

lunes

Entre nosotras... ¿para qué sirve la red?

La pregunta tiene doble sentido. Porque "la red" no es sólo {aunque también} internet. Y porque es una pregunta que, dirigida a las mujeres, busca ir más allá de cómo los hombres creen que usamos la red, esto es, una herramienta más para conseguir lo que el ideal masculino de éxito nos impone en esta sociedad: buscar un trabajo, estudiar o seguir estudiando para conseguir un trabajo, estar en contacto con los amigos reales a los que no queda tiempo de ver por el trabajo, conocer una pareja porque el trabajo no te permite tener vida social, y... ¿ya mencioné trabajar?


Lo llamé "ideal masculino de éxito" porque la idea más comúnmente aceptada del éxito {siempre amarrado a lo laboral} es completamente masculina: se basa en la competencia, en el vencer a otros, el destacarse y estar por encima de otros, la necesidad de reconocimiento, y toda una carrera de obstáculos, esfuerzo y resistencia para lograrlo. Creo que, hablando de miradas masculinas y femeninas, debo explicarme primero, pues no tendŕía sentido hablar de redes de mujeres sin hablar primero de lo que está pasando con ellas.


Desde mi perspectiva, me parece que las mujeres en su loco afán de emancipación han abierto la puerta de su jaula, pero sólo para salir a correr en la carrera que inventaron los hombres. Aceptaron dividir su vida en compartimentos {"esposas", "madres", "trabajadoras", "amas de casa"} y aceptaron que deben "triunfar" en todos ellos. Como si las mujeres no sintiéramos el mundo como un todo, como si pudiéramos dividir nuestro sentir en cuatro sentires independientes. Como si "triunfar en la vida" tuviera que ver más con hacer malabares para quedar bien en todos los ámbitos, que con la felicidad.


Arengando igualdad de género, las feministas encontraron su trofeo: ahora nosotras podemos "salir a trabajar", como ellos. Por fin formamos parte de la cadena de producción de las grandes corporaciones; ahora se nos da la oportunidad de matarnos unas a otras {y a otros} para destacar por encima del montón y "ser alguien" en la sociedad. Ya no nos quedaremos limpiando casas ni cuidando chicos. No, ¡ahora somos una fuerza visible más que apuntalará la palanca del crecimiento económico y el progreso! ¡Nos independizaremos... en un sistema en el que todos, hombres y mujeres, dependen del dinero! {a quien no lea una ironía aquí le convendría ver esto: http://vimeo.com/12772612}.


Pero entonces, digo yo, ¿cuán subvalorado está el rol que la mujer ha desempeñado en la historia que cuando se grita la igualdad lo que se hace es igualar el rol femenino al masculino, en vez de reconocerlos ambos en todas sus diferencias como igualmente importantes? No estoy diciendo que la lucha feminista no nos haya dado frutos importantes, que no haya cantado las miles de injusticias que se cometen contra las mujeres o que nos nos haya dado acceso a espacios que estaban completamente vedados para nosotras. Lo que digo es que ya es hora de ir más allá. Porque hasta ahora lo que se nos ha reconocido es que antes de la liberación la mujer verdaderamente no era nadie, no hacía nada y por tanto había que ponerla a hacer algo, a producir, como los hombres: escalar posiciones académicas como ellos y salir a trabajar como ellos.


Ninguna parece darse cuenta del legado que venía junto a la cacareada liberación: más responsabilidades para las mujeres, sin que se les reconozca todavía que todo lo demás también era un trabajo: mantener en pie una casa con todo lo que ello implica, educar a los chicos {que no es ninguna tontería}, alimentar a una familia con comida verdaderamente sana, ser conciliadora en toda clase de conflictos, mantener el álbum familiar para que los hijos sepan de dónde vienen, visitar a los abuelos, ser apoyo incondicional en los pequeños problemas y las grandes dificultades, estar pendiente de los que enferman en la familia, organizar reuniones para que los allegados construyan recuerdos juntos, tejer las historias que mantienen unidas a las personas que se quieren, llenar la casa de vida y convertirla en un hogar al que todos quieran volver, cuidar las plantas para que los suyos no olviden el valor de la tierra, ser confidentes, amantes, animadoras, remansos, y miles de otras cosas que quienes me leen saben que son propias de las mujeres aunque algunos hombres las hayan aprendido de ellas. Si van a hablar de "igualdad de género" todo esto debería ser reconocido social y económicamente como un trabajo. Pero no es así {ni lo será, pero no ahondaré más aquí en cómo me parece que las cosas en general andan mal encaminadas}.


Creo que mordimos el anzuelo, las mujeres. Abandonamos las cuevas, aprendimos a usar las armas de caza de los hombres y comenzamos a competir por los mismos antílopes. Nos tragamos el cuento de que no éramos nadie, de que no hacíamos nada, de que no teníamos poder. En lugar de exigir que nuestra labor como esposas, madres y cuidadoras del hogar fuera reconocida como un trabajo importante, cedimos tontamente el cetro y nos pusimos encima otra tarea: producir dinero para pagar las mismas cuentas. ¿El cuidado de la casa? Eso es una arandela, algo para los ratos libres. Quienes quieran su tiempo libre de vuelta sólo tienen que pagarle a la empleada, nuestro moderno robot automático que desde hace décadas nos prometieron que se encargaría del trabajo sucio {aunque claro, a la empleada le pagan por limpiar la mierda ajena, pero no la propia, ¿quién va a pagarle por algo que de todos modos tiene que hacer?} ¿Y el cuidado de los chicos? Ah, para eso hay un televisor en cada hogar, que hoy veneran tanto los hijos de la empleada como los de su patrona.


A nadie se le hace raro que hoy en día ya no baste con el trabajo de un hombre para mantener una familia con varios hijos y dejar patrimonio, como hicieron nuestros abuelos. A nadie le extraña que para pagar la misma casa, incluso con menos hijos, ahora tengan que traer dinero también las mujeres {sin mencionar que estamos mucho más endeudados que nuestros abuelos}. A nadie le importa que la comida casera ya sea un lujo que pocos pueden permitirse, que cada quien almuerce lo que pueda, cuando alcance y cualquier cosa. A todos les parece normal que los remedios caseros sean chocheras de las abuelas desde que las grandes farmacéuticas decidieron saber mejor que ellas lo que nos conviene; es normal que a nadie le queda ya tiempo ni para divertirse. Les parece normal que los niños pasen cada vez más horas al día {y más días al año, ¡es prácticamente un empleo!} en colegios donde aprenden cosas cada vez más inútiles para el mundo que habitarán.


Nos taparon la boca con plata. Pero muchas sabemos que las cosas no están bien. Muchas todavía escuchamos esa voz interior que nos dice que algo no cuadra, que algo no está bien en este mundo, que alguien tiene que hacer algo. Hablar, al menos. Por lo menos hablar.


Entonces... ¡para eso sirve una red! Para que las mujeres hablemos. Para que podamos hablar entre sí, o contar en solitario. Para contarnos historias, para confesar confidencias. Para hablar sin miedo a ser juzgadas o acalladas. Para hablar de cualquier cosa. Pues cuando nosotras hablamos, no solamente hablamos. También preguntamos. Nos contamos cosas. Nos condolemos. Nos alegramos por otras. Nos quejamos. Nos contamos secretos. Nos elogiamos. Pocos se dan cuenta de la importancia de algo como eso. Poder comunicarse con mujeres de cualquier parte. Conversar sobre cómo viven las otras, las del otro lado de la ciudad, del país, de la frontera, del mar, del mundo. Encontrar redes afectivas de mujeres que están a millas de distancia, pero que parecen más cercanas que quienes viven al lado nuestro, pues están dispuestas a escuchar sin juzgar.


Contándonos historias tejemos nuevas redes, de confidencias, de afectos, de ayudas, de intercambios, de generosidades. Y entre las historias que nos contamos, vemos que vivimos lo mismo, en nuestros hogares, nuestras escuelas, nuestro barrio, nuestras ciudades. Y que los problemas que tenemos no son sólo de nuestra comunidad, no es el profesor del colegio, o el pastor de nuestra iglesia, o el alcalde de nuestra ciudad. Porque del otro lado del mundo sucede igual, y nos llegan las mismas historias. Y si sucede igual allá, entonces el problema debe ser más grande, su raíz más profunda...


Por eso creo en la red que conecta. La red que trae mensajes de lejos, que nos permite oír otras voces y vernos desde afuera, volver a ver el mundo como un todo, ya no fragmentado en distinciones de raza, credo o nacionalidad. La red nos ha mostrado que somos las mismas aquí como allí, lo que demuestra que somos los mismos aquí como allí, y que no hay razón para no ayudarnos a pesar de las barreras que han puesto entre nosotros. Las voces de las mujeres tejiéndose alrededor del mundo son el hilo con el que se teje el nuevo sueño, en el que este mundo que conocemos será recordado como una pesadilla.


Por eso mantengo este blog, pues es mi voz en medio de esta red para decir el mundo como yo lo pienso. Si este espacio ha de servir de conexión entre otras redes más grandes y más capaces de cambiar el mundo, habrá valido la pena.


Valga como ejemplo de redes de afectos un grupo de mujeres que se formó alrededor de una lectura de interés común {el libro Mujeres que corren con los lobos, de Clarisa Pinkola Estés}. Dentro del grupo se han generado cadenas de correo alrededor de toda clase de historias de vida, de confidencias, de miedos, de superaciones, de dudas, y de alegrías, y el grupo mismo ha servido de plataforma para iniciar y continuar círculos de mujeres que se reúnen físicamente para dar a la palabra femenina su sagrado valor. Cualquier mujer {y cualquier hombre, si sabe escuchar con respeto} puede formar parte de él: http://es.groups.yahoo.com/group/lamujersalvaje/


Valga también otro ejemplo del poder que la generosidad de una mujer contando una historia puede llegar a tener. Nina Paley nos regala una película sobre su versión del Ramayana, en la voz de una cantante de blues de los años veinte, y nos demuestra que los sentimientos y afectos humanos trascienden el tiempo a través del mundo y de la historia: http://www.sitasingstheblues.com/
-----
Post participante del Festival de Blogs Colombia: La mujer en la red