martes

El amor es una decisión

Sí, el amor es una decisión {como la muerte}.

Lo es porque no puede haber amor sin la voluntad consciente, necesaria, irrefrenable, del amor.

El amor es ciego. Lo es. Por eso a veces parece estúpido. Porque pasa por encima del espacio, del tiempo, del dinero, de las leyes, de... tanto más.

Pero no es tonto. El amor sabe. Sabe más que nosotros. Sabe todo, y sabe tanto, que puede contra cualquier otra cosa.

El amor es lo que mueve al mundo, y es verdad.

Es lo que... todo, en realidad.

El amor es.

Por eso puede contra todo.

Los primeros hombres, en las cavernas, vieron que sus mujeres y sus hijos pasaban frío, y se expusieron al calor, a las quemaduras, a la muerte, para aprender a llevar el fuego al hogar para que ellos estuvieran mejor. De ahí para acá, es la misma historia, igual que la de Sita y Rama, una y otra vez, cada vez. la repetimos nosotros, todos los días, como hace millones de años. Somos los mismos.

El amor se decide, cada vez que se mira al otro a los ojos, cada vez que se pierde la respiración con ese rasgo, esa curva en la mejilla, esa arruga en la comisura de la boca, la forma de esa sombra que se forma en el cuello, esa manera en que las cejas se unen, esa curva en el vientre, esa forma de las manos..., eso..., eso que nos produce las mariposas y el temblor.

Es lo mismo, cada vez.

Se decide caer al abismo, porque no caer... sería el tedio.

Se da {se debe dar, siempre} el todo por el todo.

No hay otra forma de amar.

Todo o nada.

No hay otra
-no sé por qué-.

La apuesta última.

Como una partida de ajedrez con la muerte.

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