Tres bendiciones:
estar sentado.
caminar.
¿qué más podría decir?
Puse el mapa Dymaxion en mi papel tapiz, ese que toma la esfera terrestre y la desdobla para dejar la superficie plana sin deformar la perspectiva de los continentes. Si se desdobla cuidando no partir ningún continente en los extremos, el centro del mundo es Groenlandia, y lo demás está distribuido a un lado y otro de ella, o hacia arriba y abajo, depende cómo lo veas. América y Asia quedan enfrentados, al contrario del mapamundi que conocemos normalmente.
Me gusta esta perspectiva. Me gusta saber que el mundo no ES de determinada forma, que simplemente es como nosotros lo veamos.
Sí: Lunes. Pero ya he logrado sortear la mañana, he descubierto que llevar esto en compañía aligera la carga. Hace que la semana se vea menos amenazadora, el comienzo menos patético, menos desesperanzador. Apenas me estoy desperezando del nuevo año, tratando de meterme en la cabeza que no estoy obligada a mi profesión, que soy libre. Este descubrimiento de algo que uno debería saber en principio se me está volviendo un enfrentamiento con toda mi carga emocional pasada, con todo lo que siempre creí que debía ser. Sigo pensando que la finalidad de la vida después de los veinte es desaprender todo lo que se nos metió en el cerebro antes de los veinte.
Encontré por casualidad (como todo en internet) un sitio creado por un colombiano para jugar a matar colombianos. En principio suena muy estúpido, y el juego en sí es totalmente básico: te mueves sobre un tablero para encontrar fichas clave en las que pasa algo (creas un laboratorio de droga, masacras una población, secuestras a alguien…). Pero el juego no está pensado para alguien que busque jugar realmente, y de hecho dudo mucho que alguien se anime a jugarlo más de una vez. Se trata más bien de lo absurdo de toda esta guerra, igualmente estúpida y sin sentido, en la que ya muchos no entendemos por qué se hacen las cosas como se hacen. Y lo que en principio parece una burla al conflicto colombiano (y de hecho lo es) se vuelve un choque con esa realidad, cuando te das cuenta de que estás matando unos personajes que desconoces por completo y que se ponen a sollozar a través de los parlantes, y te preguntas quién es culpable y quién inocente, y cómo todo este juego colombiano ya parece una farsa, y todos somos igual de anónimos. En suma, un pequeño choque emocional surgido de un rato de total evasión. Lo abstracto a partir de lo casi ridículo, o una de esas cosas en las que alguien que no lo pretende (o tal vez sí pero no lo demuestra) nos muestra de repente una parte de la verdad.
Con mente abierta, y de un solo vistazo: http://www.piterwilson.com/games/
No soy de los escritores que suelen ser escogidos por sus novelas, por sus personajes, por sus escritos en general. No sé si a alguien le sucede así pero yo prefiero creer que todavía escojo lo que quiero escribir. La escritura no fluye irrefrenablemente de mí, no es un impulso ineludible frente al cual si me resisto caeré enferma. Escribo, sí, porque es lo que mejor creo que sé hacer, lo que más me gusta. Una razón literaria que seguramente me invalidará como candidata a la lista de esos escritores mitológicos que parecen estar atrapados en sus novelas y son un personaje minúsculo que solo presta su pluma para que los personajes vivan sus propias historias.
Yo, para mi fortuna y vuestra desgracia, dependo por completo de mi ego para nutrir mis escritos.
Quince minutos apenas de la segunda mitad del primer día de 2006. El primero laborable, por lo menos. Ayer fue un largo bostezo de no hacer nada por obligación y dejarnos arrastrar por la corriente apelmazada de los primero de enero llenos de ciudad vacía, gente sin afán y negocios cerrados.
Afuera hace sol, estoy sola en casa, la casa en la que casi nunca estoy sola, y no tengo tanto frío como de costumbre. Radio Paradise me dispensa de escuchar la programación trasnochada de las emisoras locales, por un lado, y de tener que escoger un disco apropiado para mi estado de ánimo, por el otro, labor ésta que siempre me cuesta trabajo y me deja con el ánimo inseguro y la sensación de que no encontré lo que buscaba. Sintonizar la radio por internet me despoja un poco de la cotidianidad repetida que tienen las emisoras que soporto en esta ciudad, me libera de los mensajes comerciales de final de año, y me permite echar a alguien más la culpa de mis decaídas.
Este año amanecí con ganas de hacer algo con mi vida, algo que yo quiera. Más que de costumbre. Cuando menos lo he logrado hasta aquí y puedo decir que en los últimos seis meses he cambiado mis condiciones de vida de forma drástica. Aunque este término es algo duro para lo que en realidad he hecho. Pero no han sido más que mis intenciones las que han obrado este cambio, y puedo ver que eso es particularmente bueno.
Hago un recuento rápido de este cambio. Empecé el año con ganas de terminar mi posgrado de una vez por todas y dejarme de excusas para tomar las riendas de mi vida. Dos meses antes de lograrlo conocí al hombre de mi vida, por lo menos por ahora. Y en un arranque de resolución sin precedentes en mí, decidí independizarme de mis padres y tomar una habitación en arriendo con el convencimiento de que era medio apartamento lo que estaba pagando. Me deshice de una buena cantidad de dinero por vivir dos meses sintiéndome arrimada en un apartamento con otras tres personas. Nada de felicitar, pero un aprendizaje que todavía no sé decir si valió la pena.