Me pediste que te escribiera algo para tu cumpleaños. Y quiero. Te contaré, pues, nuestro mito. Y te diré que nosotros no nos conocimos.
Tú no te acuerdas, claro, porque siempre has tenido mala memoria. Pero yo lo anoté, por eso lo tengo presente. Me lo encontré el otro día barriendo papelitos para que la gata no se pusiera a jugar con ellos por toda la sala. Estaba clarito, con mi letra. Nuestros ángeles fueron al mismo tiempo. Como salidos de la nada ¡puf!, de repente estaban ahí, detrás de un remolino de plumas negras y azuladas aparecidas de no sabemos dónde. Se miraron a los ojos y era como si sus ojos siempre se hubieran visto, como si no existiera un "antes" de eso. Tus ojos son tan bellos a mi mirada, ahora lo sé, porque en ellos aprendí a ver. Estamos antes del tiempo, en los remolinos cósmicos que había una nada antes del big bang, mi cielo. Eras mi cielo desde entonces, no existía piel entre tu semilla y la mía, tú eras el alpha y yo la omega. Éramos calor y luz fundidos en las comisuras de la sonrisa de Dios, cuando se empezaron a formar las galaxias y los agujeros negros. Y era inmensa nuestra plenitud y brillante la magnificencia de nuestros espíritus, y relucían nuestros escudos, y nuestra música llenaba las inmensidades y las hacía vibrar. Y esa vibración, mo, ese estremecimiento empezó a ser cantado por los seres, por los demás espíritus que se materializaron y empezaron a estar. Ellos repetían nuestra música en sus escalas, en sus tonalidades particulares, y empezaron a tejer nuestras carnes. La sinfonía que les transmitimos interpretó nuestras cadenas nucleicas y nos hizo exactamente como necesitábamos ser para disfrutar juntos este gran viaje en el que nos hemos metido. Nosotros cantamos nuestras propias vidas, mote, desde el inicio hasta el fin de ellas, y las hicimos y las hacemos de tal modo que el viaje valga la pena.
Quiero cantar caminos contigo, mi ángel oscuro, quiero seguir esta vía que ya dibujamos una vez.
Te quiero más.
mi masamotico
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