sábado

No lo soñé, estaba ahí hace por lo menos seis meses, un dolorcito pequeño en el centro del pecho que se sentía más si respiraba profunda y conscientemente. Eso y varias otras cosas. Introspección, insoportabilidad, incomprensión temporal por las cosas simples. Inseguridad, también temporal, hasta por lo evidente. Ciertamente una dosis de inmadurez, mezclada con algo de orgullo herido quién sabe dónde ni por qué, y no nos importa. Celos abstractos, repentinos e inexplicables, poco recurrentes. Alguna que otra tristeza improcedente. Otro dolorcito en el centro del pecho. Recaídas de ánimo inoportunas. Silencios largos. Apasionamiento por sentimientos fútiles. Autocompasión. Agresividad incomprensible. Inestabilidad emocional, a qué negarlo. Inestabilidad.

Estabilidad. Una de esas palabras que pertenecen ya a un léxico propio en mi diccionario vital. Una de sus acepciones es el estancamiento, ser siempre el mismo, estar quieto. Un ser puede convencerse de unos ideales, de la importancia de ciertas cosas sobre otras, forjarse un modo de vida, y estabilizarse en un estadio de su existencia en el que no va a aprender nada. Ser estable es ser políticamente correcto, una manera fácil de no ganarse problemas. Se es fiel a un modo de vida, y se lucha arduamente por no introducir en él ningún cambio, seguir siendo lo que se es y mantener un horizonte claro y despejado que te señale claramente tu rumbo en uno, diez, veinte años. La vida como un largo camino recto del que suponemos el final, siempre más adelante de ahora. Lo estable se parece a un futuro cierto y demarcado, a una carrera con futuro, a un modo de vida aceptado, una casa que se paga por cuotas y un salario que llega los treinta de cada mes. La idea que se suele tener de lo que es adecuado y correcto.

Otra acepción: no existe estabilidad absoluta en el universo porque todo es un juego de fuerzas complementarias que están en continuo fluir de un extremo a otro. Equilibrio, tal vez. Lo que está siempre al límite, en el borde, lo que puede caer en cualquier momento, sin eternidades. El equilibrio es inestable, es la tensión entre las fuerzas, es todo el tiempo cambiante, va imperceptiblemente de un lado a otro. Lo que está más cerca del centro, lo más cerca que se puede estar. El equilibrio ofrece la posibilidad de balancearse hacia cualquier lado, de marchar a cualquier dirección, incluso sin una decisión deliberada. La libertad de movimiento hace posibles todos los aprendizajes, todas las exploraciones, todos los sentimientos.Implica también cosas que no te esperabas en un principio. Te caerás más de una vez. Te pondrás del lado de /tú y nadie más /y entonces a nadie le interesará lidiarte. Harás cosas incomprensibles, odiarás que te hablen un día, reirás de repente a carcajadas, sentirás asco y atracción, volarás y te sumergirás. Mirarás mal y seducirás. Puedes llamarlo desequilibrio hormonal, seguramente lo es. Igual que se podría decir que el amor es una sobredosis de endorfinas, pero todos sabemos que hay mucho más. Dejarse fluir, saber que no siempre se tiene que estar de buen humor o tener una sonrisa a flor de piel, y estar bien con ello. La vida fluye en remolinos y cataratas turbulentas, así como nos lleva a remansos tranquilos y fuentes cristalinas. No importa la dirección de la corriente sobre la que nos lanzamos, importa el aprender a sumergirnos en ella, mojarnos en ella, vivirla. Quiero lanzar mis salvavidas a la corriente, para que se los trague y no me los traiga más de vuelta.

Algunos de los más patéticos están descritos al principio de este escrito. Quedar limpia y reluciente, como una cacerola de aluminio.

Aprender a nadar.

Me susurra al oído,

A veces.

A veces me acaricia las piernas

Sin que yo le pregunte.

No es siempre, no,

solo a veces.

martes

De últimas

Pago cinco horas de internet (todavía en espera de mi máquina). Navego las cicno horas enteras y nunca me alcanza para todo. Siempre algo pendiente, algo que queda atrás. La red es finita (¿lo es?) e inabarcable. Y mi lista de direcciones para mirar es cada vez más amplia. En esa lista, el porcentaje de cosas que todavía no he visto supera siemre al de cosas que ya vi. Voy tachando. Un sitio me lleva a otro, siempre. A veces para buscarle una explicación a un pantallazo absurdo que me deja en la nada. O para seguir mirando algo que me atrapó. Muchas veces digo... bueno lo leo después, pero no hay un después nunca. Podría pasarme el día entero frente a la pantalla, pero empiezan a dolerme las articulaciones. Voy a tener que iniciar un horario de lectura diario, para no tomarme aquí más tiempo del que me permite mi columna vertebral, esa que siempre trato de conservar recta y que se sigue defendiendo.
 

domingo

Escribir un libro de temas, sólo un temario, sobre el que alguien que se anime quiera escribir algo más largo. Quizá uno de mis deseos secretos sea el encontrar un eco, recibir una respuesta, crear un colectivo que haga mutar el objeto, la creación.

Qué tristes son las demoliciones. Ver cómo se inmaterializan cientos de recuerdos.

Edificios muertos, que se desinflan.

Va a venir, yo sé está esperando allá, detrás de la puerta. Apenas lleve un rato aquí atravesará la puerta y se apoderará de mi estómago. Me hará cosquillas en el vientre. Exigirá ser tenida en cuenta, ensanchándose allí, cada vez más, amplia y profunda. Me obligará a levantarme de mi cama cómoda y caliente, ir hasta la cocina, buscar en los anaqueles algo para comer.

La clave está en mantener siempre recta la columna vertebral.

viernes

Sobre la felicidad. Sobre abrir el pecho para poder recibir las bendiciones. Entran por la ventana, por debajo de la puerta, agazapadas en el aire que enfría el cuarto, se deslizan por los rayos de sol y se quedan prendidas bajo la colchoneta, y entre las motas de las pieles de cabra tiradas en el suelo.

Sobre el miedo. Miedo a morir de todo, a que ya no aclare después de la noche, a que deje de doler. El miedo se queda suspendido en el inmenso aire que va del techo al suelo.

Sobre las visiones. O mirar en perspectiva, en el antes o en el después. En el otro tiempo y el otro espacio vital, donde las bendiciones nacen y los miedos mueren, ambos en el mismo lugar. Leer en el espejo.

martes

Si yo lo que quiero es explorar otras vidas, otros mundos en los que quizás me sienta más cómoda. ¿A qué aplazar la felicidad, si la felicidad se nos va a adelantar sin esperarnos? Siempre estará más adelante, cuando venda el computador, cuando salga de la ciudad, cuando salga de Colombia, cuando salga de Ecuador, cuando llegue a Cuzco, cuando tenga una estufa de gas, cuando deje de ver a tanta gente, cuando llegue a Machu Picchu, cuando vuelva a Machu Picchu, cuando llore, cuando deje de llorar, cuando paguen esa plata, cuando pase Semana Santa, cuando vuelva a El Bolsón, cuando vuelva a la ciudad, cuando consiga un lugar propio, cuando tenga una estufa de leña, cuando consiga trabajo, cuando consiga un computador, cuando salga de la ciudad, ¿cuándo? ¿cuándo? ¿cuándo?

sábado

en subte

Aire caliente entrando por las ventanas semiabiertas, luz fría de lámparas que apenas repelen la oscuridad del túnel, resonancia del eco multiplicándose en las paredes metálicas del vagón, gente que no habla, que no está ahí, silencio de subte.

martes

En inglés

Le escribía esto a un amigo que todavía no aprende el español, ni llega a Buenos Aires...

I like Buenos Aires, maybe because it´s a city where I don´t think I´ll live more than a few months, maybe a year...
Big, plenty of libraries (at least for me-- in Bogotá you can´t find so many!), you´ll find it much better than El Bolsón, I´m sure. There are a lot of things to do. Even if you have money (*) or not so many (as me).

(*) That use to be the best when you live in the city. Out of the city there are all other things that flows to your soul, so you don´t need all that stuff that money buys for you.

domingo

Estás leyendo esto. Sentado, de pie, recostado, inclinado, o de cualquier manera. No eres conciente de eso, pero debes serlo. Tu cuerpo te necesita, necesita que le pongas atención. Todo el tiempo. Ahora, en un rato, mañana, más adelante. Cuando te pares de ahí, en el baño, afuera, recostado, por teléfono, en el bus. Sí, todo el tiempo. Si no es todo el tiempo, lo olvidas. Y pasas por encima de tu espalda, tus pies, tu cabeza y tu buen ánimo. No puede olvidarse al cuerpo, ese que estará todo el tiempo que sabes que estarás -porque después no sabes-.
Respiras todo el tiempo, te guste o no, te des cuenta o no. Respirar está ahí siempre, sucede toda la vida, lo primero al nacer, y lo último al morir. Si respiras todo el tiempo, entonces, la respiración se convierte en lo que te puede recordar todo el tiempo que estás vivo, que tu cuerpo funciona. Es algo que no puede olvidarse, aunque se ignore. Pero ya no debe más ser ignorado.
Esto es importante. No debes olvidarlo, aunque termines de leer esto y te vayas a otra cosa. Es algo que debe recordarse, que se debe hacer un esfuerzo por recordar. Es un esfuerzo importante.
Respirar te hace conciente de tí, de que estás ahí. Sé conciente de que respiras, de que el aire fluye en tí. Solo centrarse en la respiración ya te devuelve la perspectiva, te hace más sabio, te recuerda que hay algo más, antes y después de lo que estás haciendo. Es el silencio suficiente para escuchar al cuerpo que, a veces retorcido, clama por un poco de atención, una postura más cómoda, una siesta, un poco de actividad.
En ese silencio está también la voz de la intuición, de lo que es más sabio que la mente sin saber cómo. Solo tú puedes traducir lo que te dice, yo no podría decírtelo. Respira y aprende a escucharla. A saber que hay cosas que están bien, aunque no parezcan, o que están mal, aunque no parezcan, o que deben ser o hacerse, aunque cueste creerlo. Esa voz habla aunque no escuches, y sigue hablando aunque dejes de escuchar. La voz siempre está ahí, como la respiración. No se opta por respirar o no respirar. Se opta por ser o no conciente de ello.

Esto es importante, por eso lo escribo. A mí me lo han recordado ya varias veces, diferentes personas, en muy diferentes momentos. Y ya es hora de tomármelo en serio. Una voz que se escucha más de una vez no es un fantasma.

lunes

Buenos Aires no es tan grande como para comerme viva. Suficiente para perderme un poco, y sí mucho para desorientar a cualquiera. La gente que vive conmigo, que en este momento son aquellos con quienes me hablo más de dos veces por semana, se sorprenden de que no salga más seguido, de que no esté pendiente de cada actividad, de cada presentación, de cada fiesta. Creo que no han entendido que llevo encima tres meses de nomadismo descontrolado, que he visto más cosas de las que había visto en toda mi vida, y que mi mente necesita un poco de reposo si no quiere olvidar lo que aprendió en sus travesías.
A veces pienso en el viaje y siento que si lo dejo ir, se va a ir, ciertamente, de mí, y se va a convertir en un recuerdo. Pero no, el viaje sigue estando, yo sigo aquí, sigo de viaje, y esta todavía no es mi casa.

jueves

Una colombiana de a pie, sobre Buenos Aires a pie.

Hablo por teléfono con una muchacha que me informa sobre el costo de algunos cursos de literatura. Pregunto por las formas de pago. "Venís y pagás cuarenta pesos.","¿Y no reciben tarjetas?", "No, sólo son cuarenta pesos, venís, los pagás y te inscribís", me contesta con sequedad porteña. Pienso que en Colombia te reciben tarjeta para pagar un mercado de diez mil pesos a crédito. Es una cultura diferente, enseñada para salir adelante sin agachar la cabeza.
(A una semana de llegar)
SOBRE MÁS DE TRES MESES DE AUSENCIA ::

La ausencia no fue tal: más bien desplazamiento. Si llevo tres meses sin escribir nada en este blog, es porque todo el tiempo he estado nutriendo a latinoamórica, un proyecto que me llevó años concretar y que registro paso a paso en mi ventana paralela. He atravesado un túnel, oscuro para este espacio, pero muy luminoso para mí que me ha dejado en otro lugar.
Ahora, un nuevo espacio fìsico y un desplazamiento de mi espacio interno merece un cambio en este espacio. Heme aquí, sin mayores aspavientos.

martes

de viaje

Ya debe ser tarde para remitir a mis lectores al blog de nuestro recorrido por suramérica, pero más vale tarde que nunca: si me quieren leer más, visiten latinoamorica
Hoy desde La Paz, mañana desde cualquier lugar.

lunes

Que no me coja la vida desprevenida, y me entere demasiado tarde de que estoy en un lugar que no quiero. Que no me lleguen los años viviendo una vida obligada que ya no podré dejar porque no conozca otra distinta. Que pueda tomar siempre las decisiones sobre mi vida y no al contario.
No vale la pena vivir la vida que nos toca, si no es la misma que queremos vivir.

martes

Una cita para celebrar mi recién conquistada (y parcial) libertad laboral. Me perdonan que no recuerde la referencia:

Tres bendiciones:
estar acostado.
estar sentado.
caminar.

lunes

Después de diez años me siento más feliz. Me siento mucho mejor persona, con más razones para sonreír, más afortunada. Creo que hasta ahora he ido por el camino correcto, y mi desconfianza en él ha retrasado mi marcha.
Pero ya es hora de decirme que merezco lo que tengo (era todo un problema de autoestima) y lo haré valer.

viernes

Las voces de nuestra adolescencia eran sabias para poder gritarnos a través de la distancia y que las escucháramos cuando perdiéramos el rumbo. Niñas gritando en la antigüedad, obligándonos a ser valientes y dejarnos caer ...volar... Porque la vida se nos va... se nos va... como el agua entre los dedos, incapaces de asirla. ¿A qué aferrarte, si la vida no se aferra a tí? Déjate caer, déjate caer, vuela raudo hacia la libertad. Donde el viento, la altura y el frío nos envuelvan como un relámpago, hagamos magia!