jueves

Hace ya tiempo que no recordaba la sensación de estar sola en casa, sobre todo cuando es tarde en la noche. La casa parece expandirse, como si una esfera exterior de vacío se inflara alrededor de ella. Se siente como si el mundo próximo terminara en la ventana, e hiciera falta salvar una distancia oscura para encontrar a alguien fuera de aquí. A esta hora el mundo es silencioso y en verdad pequeño, y una pequeña luz basta. La penumbra de las cosas ocultas es una penumbra al fin y al cabo conocida, y no son las cosas conocidas las que me asustan esta noche.
Espero, y esperar no es la situación más imparcial para percibir la soledad de la casa. La espera dimensiona todo de manera diferente, el silencio se hace más táctil, cada ruido en la puerta que da a la calle es una protuberancia, un sobresalto que abriga esperanzas. Pero la espera se alarga siempre hacia adelante: ¿cuánto más deberé esperar? ¿qué haré mientras tanto? No parecen percibirse realmente los minutos pasados, sino los venideros, y la incertidumbre de esa premonición es la que marca el tiempo presente.
Me distraigo haciendo cualquier cosa, para imaginar que realmente no espero.

Cumpleaños

Me pediste que te escribiera algo para tu cumpleaños. Y quiero. Te contaré, pues, nuestro mito. Y te diré que nosotros no nos conocimos.
Tú no te acuerdas, claro, porque siempre has tenido mala memoria. Pero yo lo anoté, por eso lo tengo presente. Me lo encontré el otro día barriendo papelitos para que la gata no se pusiera a jugar con ellos por toda la sala. Estaba clarito, con mi letra. Nuestros ángeles fueron al mismo tiempo. Como salidos de la nada ¡puf!, de repente estaban ahí, detrás de un remolino de plumas negras y azuladas aparecidas de no sabemos dónde. Se miraron a los ojos y era como si sus ojos siempre se hubieran visto, como si no existiera un "antes" de eso. Tus ojos son tan bellos a mi mirada, ahora lo sé, porque en ellos aprendí a ver. Estamos antes del tiempo, en los remolinos cósmicos que había una nada antes del big bang, mi cielo. Eras mi cielo desde entonces, no existía piel entre tu semilla y la mía, tú eras el alpha y yo la omega. Éramos calor y luz fundidos en las comisuras de la sonrisa de Dios, cuando se empezaron a formar las galaxias y los agujeros negros. Y era inmensa nuestra plenitud y brillante la magnificencia de nuestros espíritus, y relucían nuestros escudos, y nuestra música llenaba las inmensidades y las hacía vibrar. Y esa vibración, mo, ese estremecimiento empezó a ser cantado por los seres, por los demás espíritus que se materializaron y empezaron a estar. Ellos repetían nuestra música en sus escalas, en sus tonalidades particulares, y empezaron a tejer nuestras carnes. La sinfonía que les transmitimos interpretó nuestras cadenas nucleicas y nos hizo exactamente como necesitábamos ser para disfrutar juntos este gran viaje en el que nos hemos metido. Nosotros cantamos nuestras propias vidas, mote, desde el inicio hasta el fin de ellas, y las hicimos y las hacemos de tal modo que el viaje valga la pena.
Quiero cantar caminos contigo, mi ángel oscuro, quiero seguir esta vía que ya dibujamos una vez.
 
Te quiero más.
mi masamotico
 

domingo

La gente tiende a creer que su versión de las cosas es cierta. Miran el mundo desde su propia ventana y dicen que es plano, y esto, todos lo sabemos, ha sucedido desde el principio del tiempo de los hombres. Por eso empiezan a caerme mal los artistas. Ninguno de los que conozco es capaz de ver el mundo más que a través de su mirada sesgada, y el arte que hacen es sólo para quienes puedan entenderlos.

viernes

El calor de las manos sobre la cara. Afuera frío y mojado. Caliente aquí, en mi cuartito, frente a mi pantallita, dentro de mis zapatos secos. ¿el trabajo? allá, a tres horas de distancia, alejándose todavía, antes de que el lunes regrese implacable. Pero ahora disfruto que se aleje la jornada del viernes, que todo esté mojado y sereno, que yo no tenga que salir más de este cuarto por hoy.