Es domingo en la noche. Es un horrible domingo en la noche. ¿Por qué me afecta tanto? ¿por qué, si el trabajo que me espera mañana no es tedioso ni molesto? ¿hasta dónde me dejo influenciar por las convenciones sociales que dicen que el domingo por la noche DEBE ser molesto e inquietante? O tal vez me hacen falta mis estrategias para facilitar la vida. No, no es verdad: no facilitan mi vida, lo que facilitan es mi capacidad para reírme de ella. La vida sigue siendo igual de fácil o difícil en todos los casos. Es un hecho neutro. La vida es. Nada más que decir a ese respecto.
Yo. Soy yo la que cambia, soy yo la que se la hace imposible. Soy yo la que insiste en hartarse de los domingos por la noche.
Una excusa más.