Hacer lo que quiera. ¿Cuántos años invertidos en convencerme de que no podía? Ahora, naturalmente, tengo miedo. De caerme, seguramente, como todos. El miedo ancestral inculcado por ese grito materno especializado en presagiar lo peor. Cosas de la evolución, supongo. Y sin embargo, la evolución es una decisión de un individuo, aunque se necesite la famosa masa crítica para hacerla visible. Y viable, por supuesto.
Hacer lo que quiera. Dilucidar lo que quiero hacer. Esquivo. Me desvío. Me miento, como todos. Hasta que me doy cuenta de que mentirme no lo hace más divertido. Al contrario.
“¿Qué necesita usted para ser feliz?”. Lao Tze: “No necesito nada: mi mayor felicidad es estar vivo”.
Hacer lo que quiera. O quizá de lo que tratan es de convencernos de que hay algo que queremos hacer, un algo que debe ser descubierto y conquistado. En vez de simplemente disfrutar el hecho de estar vivos.
La angustia de perder la vida podría ser la clave de la felicidad.